Revista Electrónica de Cultura, Tendencias y Arte

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Los cuentos ponen en marcha la vida interior (Mujeres que corren con los lobos)

Hay muchas maneras de abordar los cuentos. El folclorista profesional, el junguiano, el freudiano o cualquier otra clase de analista, el etnólogo, el antropólogo, el teólogo, el arqueólogo, tiene cada uno su método, tanto en la recopilación de los relatos como en el uso a que se destinen. Intelectualmente, mi manera de trabajar con los cuentos derivó de mis estudios de psicología analítica y arquetípica. Durante más de media década de mi formación psicoanalítica, estudié la ampliación de los leitmotifs, la simbología arquetípica, la mitología mundial, la iconología antigua y popular, la etnología, las religiones mundiales y la interpretación de las fábulas.

Visceralmente, sin embargo, abordo los relatos como una cantadora, una guardiana de antiguas historias. Procedo de una larga estirpe de narradores: las mesemondók, las ancianas húngaras capaces de contar historias, tanto sentadas en sillas de madera con sus monederos de plástico sobre el regazo, las rodillas separadas y la falda rozando el suelo, como ocupadas en la tarea de retorcerle el cuello a una gallina... y las cuentistas, las ancianas latinoamericanas de exuberante busto y anchas caderas que permanecen de pie y narran a gritos la historia como si cantaran una ranchera. Ambos clanes cuentan historias con la voz clara de las mujeres que han vivido sangre y niños, pan y huesos. Para ellas, el cuento es una medicina que fortalece y endereza al individuo y la comunidad.

martes, 9 de noviembre de 2010

De la canción del útero a Mahler. 'La imaginación sonora' concluye el díptico de música y filosofía de Eugenio Trías

Si el icono es el padre de la imaginación, la música es la madre. Soñamos viendo, pero el sonido que acompaña todo eso también nos determina. Desde el útero materno, desde que en el líquido del seno sentíamos la voz y las canciones del exterior a nuestra pasión por lo que escuchamos en vida. Por eso, Eugenio Trías (Barcelona, 1942) se ha empeñado en devolver a la música la categoría que se merece entre nuestros sentidos y en nuestro pensamiento. Ya comenzó a hacerlo hace tres años con El canto de las sirenas; ahora lo completa con La imaginación sonora (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores).

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los cuentos son una medicina (Mujeres que corren con los lobos)

Los cuentos son una medicina. Me sentí fascinada por ellos desde que escuché el primero. Tienen un poder extraordinario; no exigen que hagamos, seamos o pongamos en práctica algo: basta con que escuchemos. Los cuentos contienen los remedios para reparar o recuperar cualquier pulsión perdida. Los cuentos engendran emociones, tristeza, preguntas, anhelos y comprensiones que hacen aflorar espontáneamente a la superficie el arquetipo, en este caso, la Mujer Salvaje.

Los cuentos están repletos de instrucciones que nos guían en medio de las complejidades de la vida. Los cuentos nos permiten comprender la necesidad de recobrar un arquetipo sumergido y los medios para hacerlo. Los cuentos de las páginas siguientes son, de entre los centenares que he estudiado y con los que he trabajado a lo largo de varias décadas, los que, a mi juicio, más claramente expresan la riqueza del arquetipo de la Mujer Salvaje.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Una mirada ucrónica. Si el KGB lo hubiese sabido (Sexo e ideología)

Si el KGB lo hubiera sabido, quizá no habría planteado a los servicios secretos búlgaros la eliminación física del cardenal polaco Karol Wojtyla, empeñado en derribar el telón de acero con la cruz y la espada (nuclear) de Estados Unidos. De haberlo sabido, en vez de reclutar a un sicario turco que pudiese aparentar un acto de venganza del islam contra el Papa de Roma, el servicio secreto soviético habría podido urdir una monumental campaña de prensa divulgando urbi et orbi los casos de abuso sexual protagonizados por sacerdotes y religiosos. Había material a su alcance.

La estrategia podía haber sido otra. Escabrosos episodios de abuso sexual a menores y jóvenes seminaristas ya se hallaban secretamente inventariados en varias diócesis del orbe católico y la Santa Sede tenía noticia de ellos, ni que fuera de manera fragmentaria o parcial. En los años ochenta, el cardenal alemán Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el más importante de los dicasterios romanos –el ministerio encargado de velar por la rectitud doctrinal–, empezó a reservar los viernes para la lectura de los escabrosos expedientes que llegaban a Roma. Ratzinger comentó más de una vez a sus colaboradores que los viernes se habían convertido en su día de penitencia.